La Superliga

Todo esto es mentira.

Hace tiempo que algunos señoros mayores (sic) adornamos con nuestros pesados quejidos las redes sociales. «Cosas de maduritos achacosos» dirá la chavalería TikToker. Seguramente tendrán razón. El fútbol que añoramos ya hace tiempo que no existe, o por lo menos no viste las camisetas de nuestros equipos.

Al fútbol se jugaba los domingos. Si eras de un equipo modesto, por la mañana después de desayunar con los amigos, y después a tomar unas cañas comentando a grito pelao en el bar que con Manolín de volante izquierdo no íbamos a superar al Sporting de la Nava en la liga otro año más.

Si eras de un equipo «profesional» el domingo por la tarde después de tomar café con los amigos y aconsejar al árbitro que debería visitar al optometrista durante todo el partido, se celebraba el tercer tiempo recordando como Ambrosio II había conseguido librarnos del gol de la derrota contra el F.C. Internacional.

Y si no podías ir a ver el fútbol, seguías el partido por ese aparato a pilas llamado transistor, donde un locutor con acento sudamericano dibujaba en tu mente las gestas de Manolín y de Ambrosio II entre anuncios de puritos y coñases aptos para todos los públicos.

Y el fútbol tenía una magia que no tiene ningún otro deporte. Era imprevisible. No era raro que un equipo modesto ganara a uno poderoso. Casi todas las jornadas «saltaba una sorpresa en Las Gaunas (o estadio de similares características)», David vencía a Goliath contra la lógica de las pesetas. Era un deporte de 11 contra 11. En el que cada poco tiempo, si había una conjunción de los astros, el pobre ganaba al rico. El fútbol era de los aficionados al fútbol.

Pero eso comenzó a cambiar cuando se vió que el fútbol podía generar mucho dinero. Llegaron petrodolares, fondos de inversión, cotizaciones en bolsa. El fútbol se convirtió principalmente en un negocio. Se invirtieron grandes sumas de dinero por parte de las televisiones para ofrecer un espectaculo único en el mundo. Y ese dinero hay que rentabilizarlo. Horarios para los televidentes internacionales ajustados al mejor postor aunque perjudique al aficionado que va al campo, impedimento a las radios a retransmitir los partidos. No se puede dejar nada. Hay que rebañar todo el plato.

Y son insaciables.

Y más partidos de los que generan más «share», donde poder colocar millones de anuncios de apuestas. Más dinero, más dinero, más dinero. Y evitar cada vez con mayor impunidad las sorpresas. No. David no puede ganar a Goliath. Goliath genera muchos más beneficios. Hay que domesticar el espectáculo. Ya no es un deporte. No se esconden.

¿Pero y los medios de comunicación no dicen nada? ¡Ja, ja, ja! Los medios son partes del tinglado. Reuniones a voces de energúmenos que han vendido todo lo que tienen para ofrecer más espectáculo. No importa el fútbol, lo importante es el «share», la pasta, los anuncios de apuestas. El recoger las migajas que dejan los propietarios del circo.

Ahora varios clubes han decidido que para qué van a repartir el dinero que generan con los dinosaurios que vendieron su alma, y que van a realizar una novedosa y espectacular «Superliga» entre ellos y ellos en el que cualquier asomo de equipo modesto no va a existir. Todo será lógico, milimetrado. La película acabará siempre bien y el explorador blanco matará al indígena feo y se llevará a la chica mientras millones de personas cenando pizzas precocinadas, solos, en sus casas, gastan dinero en apuestas para engordar el espectáculo. Money, money.

¿ Y el aficionado al fútbol? Cada vez quedan menos. La mayoría son aficionados al merchandising, a los resúmenes digeribles de 5 minutos para consumo rápido, al malabarismo, al Cirque du Soleil, pero al fútbol no. Esto ya no es fútbol (Es la Liga)

¿Y el Getafe? Pues en esa Superliga de pijos ni está ni se le espera. Y las ligas locales perderán el glamour y las campanillas. Y si no hay interés, los horarios volverán a los domingos, al café de antes y a las cañas de después con los amigos. Y seremos los cuatro gatos de siempre que gritaremos los huys como goles y aplaudiremos los despejes como si fueran regates virtuosos. Y comeremos bocadillos de panceta a la plancha en el descanso. Y brillaremos mucho menos pero seremos más felices, porque a nosotros nos gusta el fútbol.

Así que a esos equipos que se van a montar su circo de tres pistas:

«Tanta paz llevéis como descanso dejais»

PD.: Anoche la pizza que cené fué de cuatro quesos.

El Ave Fénix


Uff… Me siento a escribir estas lineas una vez que he llegado a casa sin muy bien saber como he llegado. Estaba tan embriagada de felicidad. Sólo quería leeros, leeros los twits, los whatsap, los mensajes de voz, las llamadas…. así estamos todos.

Venia hablando con unos amigos, llorando, y ellos solo me dejaban hablar, y yo les decía mientras las lagrimas de felicidad se me caían, con la voz afónica de haber estado 90 minutos sin parar de animar…»Era mas que un partido porque esto ya es mas que un equipo de fútbol, porque merecemos este momento tan feliz después de todo lo que hemos pasado, de esos viajes de tantas horas a Santander, a Donosti, a Sevilla…. de sufrir tantos 90 minutos con miedo a bajar al infierno, de años de palos, de burlas, de faltas de respeto… Ahora me quiero acordar de todo esto porque en aquel tiempo yo seguía sintiéndome orgullosa de mi equipo, como lo estoy ahora, porque sigo diciendo y orgullosa «¡Qué suerte tuvimos aquel dia de bajar para volver con mas fuerza que nunca!».

Y es así. Hemos aprendido a vivir soportando tanto daño que nos da miedo disfrutar, nos da miedo decir en voz alta lo que nuestro corazón se muere por chillar, porque así hemos aprendido a ser, humildes, sin mirar a nadie por encima, solos siempre ante todo y todos, pero sin dejar de creer en nosotros.

Disfrutad. Sed libres de disfrutar de este momento que vivimos porque quizás no volvamos a vivirlo. Sed valientes para seguir diciendo que somos del getafe. Sed inteligentes para mantener los pies en el suelo ante tanto halago de quien siempre nos ha machacado. Sed pasionales para gritar cada gol como si fuera el único. Pero sed del Getafe en las buenas y en las malas, porque esto es una familia y esta maravillosa temporada terminará. Quizás haya jugadores que no estén, el entrenador, quizás algún socio; pero nuestro club seguirá estando, nuestro escudo seguirá siendo nuestro tatuaje en el alma, y ahí tendremos que seguir juntos para hacer lo que mejor se nos da, reinventarnos.

Así somos, no lo olvidéis, el ave fénix.

Escrito por Capitana Azul

@MEsther86

Un Equipazo

Cuando se habla de un equipazo, lo primero que te viene a la cabeza son un conjunto de jugadores de 100 millones la ficha mínimo. Sólo jugadores que llenan portadas de la prensa deportiva y de la otra. Jugadores que abren los noticieros televisivos. Jugadores reconocibles en cualquier rincón del planeta por cualquier persona, aunque no sepa nada de fútbol. Eso es lo primero que generalmente se piensa cuando se habla de un equipazo.

Y luego está los equipazos de verdad. Los equipos que no son sólo un montón de jugadores.

Equipos en los que cada jugador juega por y para sus compañeros.

Equipos en los que sus jugadores están comprometidos al máximo.

Equipos en los que sus jugadores no escatiman nunca en el trabajo ni en el esfuerzo.

Equipos en los que sus jugadores se alegran más del gol del compañero que del propio.

Equipos en los que sus jugadores por naturaleza apoyan al compañero siempre que se encuentre en dificultad.

Equipos en los que sus jugadores todos defienden, todos atacan, todos saben que hacer en cada momento.

Mi equipo es un equipazo.

Nos lo merecemos

Tenía pensado escribir algo si anoche la historía hubiera sido distinta. Pensaba en iniciar la recuperación del ánimo que estaría por los suelos. Hablaría de todo lo que hemos disfrutado este año en el «infierno». Comentaría que hemos recuperado nuestra alma que habíamos perdido hace unos años. Que deberíamos comenzar otro año con la ilusión reforzada. Pero felizmente la historia ha sido distinta.

El descenso a segunda se ha tornado en una bendición. Hemos tenido un año de disfrutar: primero de los resultados que tardaron en iniciarse, después del juego del equipo que comenzó a creerse a ellos mismos y por último de nosotros, la afición, que volvimos a ser aquellos que demostraban que animar provoca milagros.

También hemos sufrido como no puede ser de otra forma. Hasta que anoche el arbitro no sopló el silbato nuestro corazón estaba a punto de estallar. Esos partidos remontados en los ultimos instantes. Aguantar resultados ante la avalancha del equipo rival en los ultimos minutos. Reconozcámoslo: el Getafe nos quita años de vida. Pero también nos la da.

Y como no, hemos sido machacados por los trolls, los aficionados y los que lamentablemente llevan al periodismo deportivo por unos derroteros que me entristecen. No merece la pena dedicarles más tiempo. Vamos a disfrutar de nuestro momento.

No hay aficiones de primera o de segunda, hay aficionados de primera que disfrutan de su equipo y de su gente, los que se regodean del mal ajeno, dice el diccionario de la RAE que se denominan miserables. Asi que seamos aficionados de primera, disfrutemos, disfrutemos, disfrutemos. Por una sencilla razón: POR QUE NOS LO MERECEMOS.

Modesto triunfo

07/05/2017 Getafe C.F. 2 (Faurlín, Chuli) – Córdoba C.F. 0. Este es el texto que quedará en las bases de datos futboleras sobre este partido, pero fue algo más.

Ha pasado casi un año desde el abandono de la primera división. Llevábamos varias temporadas jugando con fuego y por fin la caida fue definitiva. El estado de apatía se había adueñado de la mayoría de los azulones, tanto de los eventuales como de los incombustibles. El desierto no se acababa. Cualquier chispa nos volvía a ilusionar para volver a dejarnos caer en el obstracismo una y otra vez. Duro castigo para una gente cuyo mayor pecado fue el de creer que se puede lo imposible y que rozó el cielo con las puntas de los dedos en varias ocasiones.

El domingo, el estado de ilusión se desbordó en el Coliseum. Veníamos de remontar en Zaragoza y se estaba ganando convincentemente a un pobre Córdoba. Nos poníamos a 8 puntos de la séptima plaza que nos sacaría de play-off. Y con la desvergüenza del que no sabe lo que es imposible, se sueña en alcanzar al Girona para entrar en el Olimpo por la vía rápida. El campo lleno como en los mejores momentos bajo un día más veraniego que primaveral. Y entonces nos dimos un homenaje, porque nos lo merecíamos, porque nos hacía falta, porque nos lo pedía el cuerpo, simple y llanamente porque sí.

Se inició un ola, grande, hermosa. Una ola azul, completa, gracias al aforo que lucía el campo. La ola recorrió el lateral solemne, cómo si anduviera sobre una pasarela de moda. Llegó al fondo norte con una breve inspiración-expiración al cruzar la grada visitante y retomó con fuerza la tribuna. Cuando llegó al fondo sur, la ola se había transformado en un tsunami de sonrisas que giraba sobre el graderío. Una vez, dos, tres veces … hasta que la felicidad se hizo tan plena que la ola suavemente se tendió sobre nuestros asientos y nuestras camisetas. Y el estadio, en un momento mágico se aplaudió, levemente, con pudor. No sentí que se aplaudiera al equipo. Nos aplaudimos entre nosotros reconociendo nuestra paciencia e ilusión con este equipucho que nos quita la vida más que nos la da. Habíamos triunfado con uno de nuestros modestos triunfos. Cómo contra el Eibar en 2004 o el Real Madrid en 2005, como la victoria en casa del Tottenham o el empate de Contra en el Allianz Arena. 

No soy muy de olas. Soy de los agoreros que piensan que hasta el final no hay que hacer alardes de victoria. No sé si el final de este capítulo acabará en las puertas de la gloria o las cruzará como los mitos griegos. Solo sé que el Getafe debía estar donde está y en disposición de luchar por el gran premio. Para mi eso ya es triunfar. Ya hemos triunfado. Nos merecimos la ola y el aplauso. Mañana Pachón dirá.

Enhorabuena azulones. 

PD.: Hoy hace 10 años de la remontada del Getafe contra el Barsa en las semifinales de copa. ¿Seguiremos sin saber que es o no imposible?

De individuos y de colectivos

El primer mandamiento de uso de los tópicos es que hay que generalizar, hay que confundir el uno con el todo. Es habitual que para vender una idea se utilice el caso escepcional como ejemplo de una normalidad inexistente.

Está demostrado científicamente que el ser humano se comporta de distinto modo de manera individual que dentro de un grupo. Una idea de lo tribal que era muy necesaria hace cientos de miles de años. En este caldo de cultivo se reproducen con gran éxito las generalidades, los tópicos, las ideas simplistas. Solo es necesaria una semilla plantada en el momento ideal para que brote «una gran verdad» en el colectivo.

Un periodista deportivo del Cádiz con la idea de calentar el partido de su equipo en el Coliseum, sabrá bien el porqué, falta a la verdad en su artículo generalizando momentos puntuales de unos pocos de algo que sucedió hace mas de 10 años. Yo también recuerdo haber estado en ese partido, y recuerdo como de manera generalizada la afición del Getafe aplaudió a la afición del Cádiz después de despedir en su último partido en el Coliseum a Gica. Al periodista solo le interesó mantener en su mente lo que hicieron cuatro indocumentados. Insisto, él sabrá el porqué. Por supuesto que ni ha rectificado ni ha pedido disculpas.

Con esa semilla en el caldo de cultivo del colectivo, la idea de que la afición del Getafe es hostil al Cádiz crece exponencialmente. Meta conseguida. El ambiente se empieza a enrarecer en las redes sociales. Salen viejos hechos provocados por unos pocos cómo si fuera lo normal. Y varios autobuses salen de Cádiz cómo si fueran a Mosul.

Las federaciones de peñas, que son las únicas que parecen tener un poco de criterio, realizan una comida de confraternización. El ambiente general en los aledaños del Coliseum es tranquilo, es para disfrutar de esta banalidad que es el fútbol. No obstante, hay hechos puntuales que empañan algo lo que debería ser una fiesta. Está claro que las federaciones de peñas no son todos los aficionados y que un individuo no es toda la afición.

Cae algo de agua, hace frio, y comienza el partido y el show. La grada visitante comienza a faltarle al respeto a la grada local: «ea, ea, ea, Getafe es una aldea», «Son cuatro gatos»,… Los individuos se convierten en rebaño y se comportan como tal. Ninguna persona con algo de conocimiento recorre en autobus 1.400 kms para ir a insultar a gente que no conoce. Pero el individuo se transforma dentro del rebaño y se deja llevar por los que les falta ese conocimiento del que hablábamos. Y los medios de comunicación que plantaron la semilla catalogan a ese grupo con un comportamiento tan deplorable como una gran afición.

Yo, como individuo, intento evitar dejarme llevar por la tribu porque sí. Esta actitud critica me hace disgustarme por las acciones de alguna individuos que con mis colores no se comportan como yo creo que hay que hacerlo. Supongo que a ellos les pasará lo mismo conmigo. A sus ojos debo ser un sinsangre e incluso algo desleal. No obstante he de reconocer que la generalidad de los azulones son bastante amigos del vive y deja vivir.

Así que aconsejo a aquellos integrantes de «grandes aficiones» que no se dejen llevar por el rebaño. Eso es lo que hará que su afición sea grande de verdad, y no por el número.

Moraleja mas o menos extraída del twitter:

«Prefiero ser uno de los cuatro gatos, que uno de los mil borregos.»

Disfrutando del Bordalismo

Gracias Bordalás.

Así escribí un tuit después del partido contra el Sevilla Atlético. Era mi sentimiento a la salida del Coliseum. Acababa de ver un partido de un equipo, mi equipo, rocoso, peligroso para el contrario, muy incómodo, con la sensación de que el contrincante se está enfrentando con un muro lleno de espinas. El Getafe se ha convertido en un campo de minas, en un laberinto lleno de trampas, en el nudo Gordiano que ni Alejandro Magno podría cortar. El Getafe ahora mismo da la sensación de que los partidos se juegan tal y cómo el Getafe decide que se jueguen. Ahora se corre, ahora se para, ahora te dejo el balón, ahora el balón es mio. Y a estas sensaciones se añade la certidumbres de que el catalizador de esta situación es José Bordalás.

Era septiembre y la ilusión del principio de temporada se había evaporado. El equipo no carburaba. A los jugadores parecía que se les había olvidado jugar al futbol. Teníamos 11 jugadores corriendo por el campo como pollo sin cabeza. Dábamos sensación de que podíamos perder con cualquiera. Y el 25 de septiembre, el Girona, nos pasó por encima. Nada salía bien a Esnaider y los jugadores no sabían cómo reaccionar. La impresión era la de un equipo descendido a segunda B, y todavía faltaban muchos meses para finalizar la liga. Nos veiamos sufriendo esta temporada lo que no está en los escritos. Y llegó Bordalás.

Primer partido en el estadio fetiche para muchos azulones, el Heliodoro Rodriguez en Tenerife. Empate a cero, partido aburrido pero en el que se comenzó a ver los cimientos del equipo actual. No nos deben meter nunca gol. Tiros a puerta del Getafe: 5. Tiros a puerta del Tenerife: 0. Después hubo más partidos, más empates y victorias, un tropezón, y otra racha de victorias. Ahora estamos en puestos de play-off a 3 puntos de aquel Girona que nos vapuleó en septiembre y que va segundo. Se habla de «el efecto Bordalás».

Esta historia acabará como acaban todas las historias, bien o mal, en cinco minutos o en cientos de años. Por eso la disfruto ahora, en este momento. La disfruto igual que lo hice con el gol de Gari Uranga. La disfruto igual que el partido contra el Totteham. Disfruto ahora porque mañana será otra historia, … o no. Por eso, ahora, gracias Bordalás.

¿y si…?

Hoy no voy a hablar de nada que tenga que ver directamente con el Getafe. Aunque lo ocurrido con el portero del Sporting estos días no es del todo nuevo para nosotros.

Si esto se lee dentro de unos meses, lo explico brevemente en este párrafo. Un periodista deportivo tomó una parte de un video en el que Pichu Cuellar se queda mirando con gesto serio fuera del plano de la cámara al bajar del autobús. El periodista informa que Cuellar se encaró con la afición del Depor. La realidad fué que a alguien del público le estaba dando un ataque epiléctico. Hay una rueda de prensa en la que ocurre lo que se muestra en este vídeo.

He pensado un rato sobre este asunto teniendo en cuenta la situación en la que vive el periodismo deportivo actual. En un principio, siendo como soy una persona pacífica y de la opinión de que me considero razonablemente razonable, pensé que tanto el periodista cómo el jugador se habían equivocado. Uno, por tergiversar la verdad y el otro por perder los papeles y utilizar el insulto y la agresividad. Pero pasado un tiempo dándole vueltas al asunto me comencé a hacer preguntas del tipo: «¿Ysi…?».

-¿y si el periodista realmente no se equivocó, y lo que pretendía era dar una noticia sensacionalista para conseguir más «clicks» en internet ?

-¿y si la rueda de prensa no hubiera transcendido, habrían sabido los aficionados del Depor que no presenciaron la escena la verdad?¿Habría quedado Cuellar cómo una persona prepotente?

-¿y si no hubiera existido esta rueda de prensa, el periodista deportivo habría informado del supuesto error con el mismo despliegue de medios que con la falsa noticia?¿Habrían dado la misma cobertura el resto de medios a la falsa noticia que al desmentido?

-¿y si no hubiera existido la rueda de prensa, podríamos asegurar que toda la afición del Depor se habría enterado de que la noticia era falsa? ¿se podría asegurar que no habría consecuencias en el futuro para Cuellar o su familia? Hay que acordarse que hay mucho energúmeno sin ilustrar suelto por ahí.

-A todas las preguntas anteriores se les podría añadir como coletilla: ¿y si la respuesta de Cuellar hubiera sido educada, habría tenido el mismo efecto?

Pues yo ya no lo tengo claro. O quizas sí.

No en mi nombre

No os entiendo. Lo siento, pero ni os entiendo ni puedo compartir vuestra manera de ver el fútbol. Sé que sois los que más animan en el campo, los que más apoyais al equipo lejos de casa. Esas cosas son de admirar y de agradecer. Pero todos esos extras que os gastais gratuitamente, ni los entiendo ni los comparto. Me provocan incomodidad y rechazo. No entiendo la necesidad de la violencia (normalmente verbal) cuando va uno a ver a su equipo.

Quizás sea ya una persona demasiado mayor. O quizás tenga una sensibilidad excesiva para este siglo. Pero la violencia nunca ha sido solución de nada y solo sirvió para causar problemas. Ni lo entiendo y ni lo entendí. Dedicar 20 minutos a insultar al equipo vecino que vive ahora las mieles del olímpo donde vivíamos hace unos meses no tiene sentido ni explicación. Cómo afición nos da una imagen de acomplejados. paletos y rencorosos. Y yo no soy ni lo uno ni lo otro. Alguno me diréis que «no se quién» se ha burlado de nosotros. Yo tengo la suficiente personalidad para que sólo se burle de mi quien puede y no quien quiere. Pero ésto seguramente me lo dan los años.

Luego está esa inquina a la afición del Numancia que seguramente viene causada por temas personales entre los 25 individuos de uno y otro grupo. Temas personales que parece que queráis contagiar a los miles de aficionados de uno y otro equipo. Yo quiero vestir mi azulona por Soria, Santander, Vallecas y Leganés del mismo modo que alguien de su equipo puede vestir su camiseta tranquilamente a mi lado.Sin tener que taparme la cara o tener que ir arropado por mis «camaradas».

Insisto que no lo entiendo. No entiendo que esté jugando tu equipo y estar tanto tiempo recordando a otro que ni juega en tu campo ni en tu liga. Comprendo tener algo de sorna deportiva contra el adversario más cercano en algún momento. Pero dedicarle tanto tiempo me parece de aficiones pueblerinas que no saben disfrutar de sus éxitos tanto cómo de las desgracias que le puedan ocurrir al enemigo.

Yo tengo amigos del Leganés a los que les he vacilado todo lo que puedo y más. Y ellos han vacilado conmigo porque estaban en su derecho y porque al final acabamos metiéndonos con los del Madrid o los del Atleti. Todo dentro de la confianza de conocernos y de la amistad; y siempre sin la falta de respeto. Utilizamos el fútbol cómo una escusa para el buen rollo, para dar chispa a la cerveza en la barra del bar, o al veneno conocido cómo café de máquina.

También aprovecho para informaros que ni el Geta es de Torres, ni tampoco es vuestro. Ni siquiera representais al pensamiento de la afición azulona. Corremos el riesgo que por vosotros que no sobrepasáis las 40 personas, un 1% de la gente que estuvo el viernes en el campo, se crean que todos los demas pensamos igual que vosotros.

Sé que esto que os escribo no va a ser de vuestro agrado. Alguno lo razonará con insultos. Eso sólo me dará mas argumentos para seguir pensando como pienso. El fútbol no es un campo de batalla y la violencia debe salir de la vida. Ya bastante se cuida la vida de venirnos a joder para ir buscando problemas.

Siempre que animais al Geta me tendréis a vuestro lado, pero con el insulto me tendréis en contra. Por favor, no lo hagáis en mi nombre ni en el del Geta.

Qué bueno que viniste.

Anoche estuve como otras tantas noches, en el Coliseum. Hoy parecía que iba a ser un poco diferente, estrenábamos categoría. Uno, que ya tiene unos añitos, solo tenía que poner a funcionar la memoria para recordar otros tiempos y que no me sorprendiera el fútbol pastoso típico de la segunda división. Y cómo ya suponía,  a algunos de mis compañeros de bancada, más acostumbrados al jamón, les costaba digerir esto del chopped.

Y allí estaba yo comiendo mis pipas y sufriendo por la falta de gol de mi Getafe. Si el fútbol deja de ser un espectáculo mi mente empieza a divagar. Cómo son las cosas. Que poco apostaba por la vuelta del Cata. Claro que me ilusionaba volver a tenerle en casa. Creía que sería una vieja gloria que vendría a jubilarse. Me decía a mi mismo: «bueno, a mí con el Cata en el vestuario contagiando su fuerza al resto del equipo me vale». Y ahí estaba, en el centro de la defensa. Todos los balones por alto son suyos. Todos los balones divididos son suyos. Todos los delanteros del equipo contrario son suyos.

No es el mismo Cata que nos maravillaba hace 8 años. Pero su colocación y su experiencia se notan y mucho. Qué fortaleza. Qué seguridad. Todos los comentarios sobre el Getafe son del tipo: «esto de la segunda es muy difícil», «hace falta trabajar más el equipo», para concluir con un «¿te has fijado cómo está el Cata?».

Y así estaba yo, con mis pipas y mis pensamientos: «seguro que íbamos a rascar sólo un punto». Y va el Cata, coge la pelota en defensa y tira hacia delante. Diez metros, veinte, treinta,… El campo despertó de su letargo. El Coliseum comenzó a ronronear. Rugir con la falta de costumbre era imposible. Cuarenta metros. Y al Numancia le empezaron a temblar las rodillas. A los azulones nos comenzaron a brillar los ojos. Pase con criterio y ocasión de un equipo por hacer, desperdiciada. Pero eso nos daba igual, el Cata nos había hecho vibrar unos segundos.

¿Cuando fue la última vez que ocurrió algo así en el Coliseum? ¿Cuando un jugador nos había hecho sentir de aquel modo únicamente con su esfuerzo? Y mi mente viajó al pasado. A otra época en la que los partidos se jugaban a las 11:30 los domingos. En la que el veterano recién llegado Gica estaba muy por encima del resto de sus compañeros. Recordaba sus galopadas por la banda, una al final de cada tiempo, que no era cuestión de desfondarse. El Coliseum rugía, entonces si. A los azulones se nos iluminaba la cara. Gica el revulsivo. Gica el que nos hacía vibrar. Eran apenas unos segundos, pero como los disfrutábamos.

Y anoche volví a tener aquella sensación. En primera división hemos tenido momentos parecidos, incluso mejores. Pero misterios de la mente, la acción del Cata me llevó a aquellos años. El Cata nos regaló uno de aquellos momentos. No fue nada mítico ni legendario y seguro que en un par de días lo habré olvidado. Pero la certeza de que el regreso del Cata a Getafe es uno de los mejores inventos para el alma está ahí.

Por lo tanto solo me queda una cosa por decir:

Cata, qué bueno que viniste.