Qué bueno que viniste.

Anoche estuve como otras tantas noches, en el Coliseum. Hoy parecía que iba a ser un poco diferente, estrenábamos categoría. Uno, que ya tiene unos añitos, solo tenía que poner a funcionar la memoria para recordar otros tiempos y que no me sorprendiera el fútbol pastoso típico de la segunda división. Y cómo ya suponía,  a algunos de mis compañeros de bancada, más acostumbrados al jamón, les costaba digerir esto del chopped.

Y allí estaba yo comiendo mis pipas y sufriendo por la falta de gol de mi Getafe. Si el fútbol deja de ser un espectáculo mi mente empieza a divagar. Cómo son las cosas. Que poco apostaba por la vuelta del Cata. Claro que me ilusionaba volver a tenerle en casa. Creía que sería una vieja gloria que vendría a jubilarse. Me decía a mi mismo: «bueno, a mí con el Cata en el vestuario contagiando su fuerza al resto del equipo me vale». Y ahí estaba, en el centro de la defensa. Todos los balones por alto son suyos. Todos los balones divididos son suyos. Todos los delanteros del equipo contrario son suyos.

No es el mismo Cata que nos maravillaba hace 8 años. Pero su colocación y su experiencia se notan y mucho. Qué fortaleza. Qué seguridad. Todos los comentarios sobre el Getafe son del tipo: «esto de la segunda es muy difícil», «hace falta trabajar más el equipo», para concluir con un «¿te has fijado cómo está el Cata?».

Y así estaba yo, con mis pipas y mis pensamientos: «seguro que íbamos a rascar sólo un punto». Y va el Cata, coge la pelota en defensa y tira hacia delante. Diez metros, veinte, treinta,… El campo despertó de su letargo. El Coliseum comenzó a ronronear. Rugir con la falta de costumbre era imposible. Cuarenta metros. Y al Numancia le empezaron a temblar las rodillas. A los azulones nos comenzaron a brillar los ojos. Pase con criterio y ocasión de un equipo por hacer, desperdiciada. Pero eso nos daba igual, el Cata nos había hecho vibrar unos segundos.

¿Cuando fue la última vez que ocurrió algo así en el Coliseum? ¿Cuando un jugador nos había hecho sentir de aquel modo únicamente con su esfuerzo? Y mi mente viajó al pasado. A otra época en la que los partidos se jugaban a las 11:30 los domingos. En la que el veterano recién llegado Gica estaba muy por encima del resto de sus compañeros. Recordaba sus galopadas por la banda, una al final de cada tiempo, que no era cuestión de desfondarse. El Coliseum rugía, entonces si. A los azulones se nos iluminaba la cara. Gica el revulsivo. Gica el que nos hacía vibrar. Eran apenas unos segundos, pero como los disfrutábamos.

Y anoche volví a tener aquella sensación. En primera división hemos tenido momentos parecidos, incluso mejores. Pero misterios de la mente, la acción del Cata me llevó a aquellos años. El Cata nos regaló uno de aquellos momentos. No fue nada mítico ni legendario y seguro que en un par de días lo habré olvidado. Pero la certeza de que el regreso del Cata a Getafe es uno de los mejores inventos para el alma está ahí.

Por lo tanto solo me queda una cosa por decir:

Cata, qué bueno que viniste.

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