Historia de una «aficionada» azulona – I

Soy una bufanda del Getafe.

No se que hora será, por lo que no sé si tengo que saludar con un buenos días o unas buenas noches. En todo caso saludo a todos ustedes que lo de ser humilde no es excusa para no ser bien educada.

Se que les parecerá extraño. Yo todavía no logro entender del todo como es posible, pero es completamente cierto. Están ustedes leyendo las memorias de una bufanda. ¿Increíble, verdad?. Y no soy una bufanda cualquiera, soy una bufanda del Getafe y estoy muy orgullosa de serlo. Seguramente que me hayáis visto más de una vez los que vais al campo. Soy de esas bufandas antiguas, gruesas, todas hechas de lana azul menos las letras blancas donde pone GETAFE.C.F. s.a.d., la bandera de España y el escudo del Getafe en los extremos. Ahora hay otras más modernas, pero entonces casi todas éramos así.

Mis primeros recuerdos son de una mañana de domingo en enero y hacía mucho frío. Estaba con más compañeras en un tenderete en la puerta del Coliseum. Allí me encontraba yo bastante esperanzada de que me comprara alguien aprovechando el frío que hacía y lo calentita que soy. Y llegó mi actual dueño y preguntó: “¿A cuanto son las bufandas, jefe?”, – “A 1.000 pesetas las normales y a 1.500 pesetas las gruesas”,- “Pues déme una de las gruesas que hoy no va a haber manera de entrar en calor”. Ya hace tiempo, todavía andábamos con las pesetas.

Mi dueño me anudó a su cuello y nos fuimos con sus amigos a tomarnos un caldito calentito con jerez dentro del estadio antes de que empezara el partido. Se veían muy animados, venía al Coliseum el Albacete Balompié, un equipo que había jugado en primera división hasta hacía poco y podía ser un gran partido. Colgada del cuello mientras mi dueño estaba de pié apoyado en la barrera, veía como unos jugadores de blanco y otros de azul movían un balón por el campo. Enseguida me cayeron simpáticos los chicos de azul, vestían de mi mismo color, ¿como no me iban a gustar?. Pero nada más empezar el encuentro nos marcan un gol. ¡Que fastidio! No reproduzco aquí lo que dijo mi dueño y sus amigos en aquel momento, pero os lo podéis imaginar. Yo no entendía el enfado en aquel momento, claro, es que yo no tenía ni idea de futbol como comprenderéis. Enseguida deje de escuchar a mi dueño y sus amigos para atender a lo que pasaba en el campo. Sentía el miedo de toda la gente del campo cuando los del Albacete atacaban y la esperanza cuando lo hacía el Getafe. Pasado un rato, uno de los de mi equipo, los de azul recordadlo, consiguió marcar un gol al Albacete, era el empate a uno contra el Albacete. Y entonces se oyeron miles de gritos cantando el gol a la vez, y en un visto y no visto, me quitaron del cuello para empezar a darme vueltas en el aire. Aquello era una locura, yo no podía parar de reír. Todo el campo daba vueltas y veía como más bufandas como yo giraban y giraban en el aire. Y se oía el grito de Getaaaa, Getaaaaa… ¡¡que felicidad más grande!!  Y yo con mi voz de bufanda gritaba Getaaaa… Getaaaaa… dando vueltas en el aire. ¡¡que alegría!!.

Al finalizar el partido todo el mundo estaba muy contento. “Un puntito contra el Albacete”, “Contra el Albacete nada menos, a ver si conseguimos salvarnos”… y todo el mundo salía del campo sonriendo, y dándose palmaditas en la espalda. Y nos fuimos a celebrarlo tomándonos unos botellines antes de volver a casa para comer. «¿Cómo hemos quedado?» nos preguntó un viejecillo sentado en un banco. «Empate» dijo mi dueño y con voz de orgullo continuó: «contra el Albacete». «Vaya. Esos son buenos». Y yo comencé a sentirme orgullosa de mi color y de mi equipo; y deseando volver al campo para poder volver a gritar «Getaaaa…. Getaaaaa….» con mi voz de bufanda. Quería volver a dar vueltas en el aire celebrando los goles del Getafe.

Continuara…

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